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Usar este lenguaje es un privilegio del creyente.
Si él está esperando algo del mundo, está esperando inútilmente.
Pero si espera en Dios para que él responda a sus necesidades, entonces tanto en las bendiciones materiales como en las espirituales, su esperanza no quedara sin respuesta.
Puede constantemente sacar fondos del banco de la fe y hacer que sus necesidades queden cubiertas por las riquezas de la bondad de Dios.
Esto sé: prefiero tener a Dios como mi banquero que a todos los multimillonarios.
Mi Señor nunca falla en el cumplimiento de sus promesas.
Cuando las llevamos ante su trono, nunca las devuelve sin cumplir.
Por lo tanto, solamente ante su puerta aguardaré, pues siempre la abre con la mano de la generosa gracia.
Lo probaré otra vez en esta ocasión.
Pero nosotros tenemos también esperanzas para más allá de esta vida.
Pronto moriremos, y entonces podremos decir: “De él es nuestra esperanza”.
¿No esperamos que cuando estemos en la cama de nuestros últimos días Él enviará a sus ángeles para llevarnos a estar en Él?
Nosotros creemos que cuando nos falle el pulso y nuestro corazón palpite con dificultad algún mensajero angelical estará a nuestro lado y con ojos amorosos nos mirará diciendo: “Espíritu hermano, vamos”.
Y al acercarnos a la puerta celestial, esperamos oír esta invitación de bienvenida:
“Vengan benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo”.
Esperamos arpas de oro y coronas de gloria: esperamos estar pronto entre la multitud de seres resplandecientes que están delante del trono.
Miramos hacia delante y deseamos intensamente que llegue el tiempo cuando seremos semejantes a nuestro glorioso Señor, porque lo “veremos como él es”.
Si éstas, alma mía, son tus esperanzas, vive para Dios.
Vive con el deseo y la resolución de glorificar a aquél de quien vienen todas las provisiones.
Y por cuya gracia demostrada en tu elección, redención y llamamiento, tienes esperanza de la gloria venidera.
Escrito por: Charles Spurgeon
(Adaptado)
Ahora que terminaste de leer o escuchar, te recomendamos que tomes un tiempo para pensar y orar.
Si es necesario, volvelo a escuchar o leer.
Dios te bendiga grandemente.
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