1 Juan 4:13 NBLA
"...sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros..."
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¿Quien no desea tener un lugar propio, un lugar seguro donde vivir?
¿Quien no necesita una casa para su alma?
¿Te preguntas cuánto cuesta?
Cuesta menos de lo que la orgullosa naturaleza humana querrá dar.
Esta casa se ofrece sin dinero y sin precio.
¡Tú querrías pagar un elevado alquiler!
¡Seguro preferirias pagar para ganar a Cristo!
De esa forma no puedes tener la casa, pues se da “sin dinero y sin precio”.
¿Deseas tomar para siempre en alquiler la casa de mi Maestro, sin pagar nada, excepto el amarlo y servirlo siempre?
¿Quieres aceptar a Jesús y “vivir en Él”?
Mira, esta casa está equipada con todo lo necesario.
Está llena de mayores riquezas, mas de las que puedes gastar en toda la vida.
Aquí puedes tener íntima comunión con Cristo y disfrutar intensamente su amor; aquí hay mesas bien surtidas, con alimento suficiente para vivir siempre.
En esta casa puedes hallar, cuando estás cansado, descanso con Jesús, y desde ella puedes mirar y ver el cielo mismo.
¿Quieres vivir en esa casa?
Si estás sin casa ni hogar dirás: “Quisiera tener esa casa, pero ¿puedo tenerla?”
Sí, puedes; hay una llave, y es esta: “Ven a Jesús”.
Pero dirás: "estoy demasiado sucio y mal vestido para estar en esa casa”.
No te preocupes. Hay vestidos dentro de ella.
Ven, aun si te sientes culpable y condenado; y aunque la casa es demasiado buena para ti, Cristo pronto te hará lo suficientemente bueno para la casa.
Te lavará y te limpiará y te pondrá en condiciones de cantar: “¡Nosotros vivimos en él!”.
Creyente, tres veces feliz eres tú viviendo en esa casa.
Eres muy super privilegiado, tienes una sólida habitación en la que estás seguro para siempre.
Y viviendo permanentemente en Él, no sólo tienes una perfecta y sólida casa, sino una casa indestructible, inalterable, eterna.
Cuando este mundo se desvanezca como sal en el agua, nuestra casa permanecerá más indestructible que el diamante, más sólida que el granito, porque esa casa es Dios mismo.
“Nosotros, vivimos en Él”.
Algunas preguntas para pensar tranquilos:
- ¿Qué verdad aprendiste hoy?
- ¿Cómo vas a orar ahora?
- ¿Qué va a modificar en tu vida lo aprendido?
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