"47 Al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él estaba solo en tierra. 48 Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia[a] de la noche, fue* hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarles de largo. 49 Pero cuando ellos le vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar; 50 porque todos le vieron y se turbaron. Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo*: ¡Tened ánimo; soy yo, no temáis! 51 Y subió con ellos a la barca, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera,"
.....................................
Otra vez Marcos nos lleva a una escena en la barca, en el mar y de noche. Pero en esta ocasión, los discípulos están solos en la barca, ya que Jesús se había quedado en la montaña para orar, habiendo despedido a la multitud.
Como dice el versículo 47, la barca en medio del lago y Jesús en tierra solo. En medio de la madrugada, los discípulos se encuentran remando con dificultad, debido al viento en contra.
Otra vez las dificultades, pero en esta ocasión están solos hasta que pasa lo inesperado: un “fantasma” se acerca a ellos… y los adultos se convierten en niños que gritan atemorizados.
Siendo la imagen de los discípulos un tanto paradójica (los adultos pescadores actuando de manera infantil), tal vez convenga poner nuestra mirada en el accionar de Jesús.
Se acerca a la barca en medio del viento en contra, y habla en seguida a ellos por medio de tres declaraciones rotundas.
En primer lugar, les da una palabra de ánimo (así traducen Nueva Traducción Viviente y Reina Valera Contemporánea: “¡Ánimo!”).
En segundo lugar, se identifica con la frase “Soy yo”, que recuerda a la presencia misma de Dios y a su nombre (ver Éxodo 3. 14 “Yo Soy”).
Y en tercer lugar, los anima nuevamente a no temer, el gran problema con el que luchaban (y luchamos) los discípulos.
Ellos debían ser capaces de distinguir a Jesús en medio de los problemas, a verlo en medio de las dificultades cuando todo es desesperación y miedo. E invitarlo a subir a la barca, porque cuando eso ocurre, el viento se calma.
¿Y vos? ¿Estás siendo capaz de discernir a Jesús cuando estás “remándola” en medio de las dificultades en contra? No dejes de invitarlo a subir a la barca.
Oramos:
Señor, hay momentos en que me siento remando con el viento en contra. Te pido que me ayudes a verte en medio de mis problemas. Te invito a subir a mi barca.
• EL REFUGIO VLA •
Comentarios
Publicar un comentario