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Marcos 8:27-33
En el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo... Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!
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Luego de un largo camino recorrido junto a los discípulos a través del cual ellos pudieron ver con sus propios ojos el obrar y el proceder de Jesús, ahora venía el tiempo de la confrontación.
El diálogo comienza con una “encuesta de opinión” para saber lo que se decía de Jesús por ahí.
Pero la segunda instancia del diálogo los comprometía a los discípulos con una respuesta personal: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Esta pregunta sigue estando vigente para nosotros, discípulos del siglo XXI, quienes también debemos responder a su pregunta, con nuestros labios y con nuestra vida: ¿Quién es Jesús para vos?
Esta vez es Pedro quien toma la iniciativa y quien responde en nombre de todo el grupo: “Tú eres el Cristo”.
¿Qué está respondiendo Pedro? ¿Sabe de lo que habla? ¿Entiende lo que está afirmando?
La palabra griega “Jristós” (Cristo) era la traducción del término arameo que significaba “Mesías”, el Ungido.
En tiempos de Jesús coexistían varias expectativas de lo que la gente esperaba que fuera el Mesías: un rey político, un guerrero que los libraría del yugo romano opresor, un sacerdote que purificaría el culto en Israel.
Como el término “Cristo” era un término ambiguo, Jesús les ordena que, por el momento, no dijesen nada. Y Jesús comienza a anunciar lo que implicaba ser el Cristo: renuncia, entrega de la vida, sacrificio.
Y eso le dejó de agradar a Pedro, quien “reprende” a Jesús. Por eso Pedro pasa de ser el que reconoció al Cristo par a ser llamado “Satanás” en pocos versículos.
Su fe estaba puesta en Jesús, siempre y cuando eso no implicara ningún tipo de renuncia ni entrega. Estaba pensando “en las cosas de los hombres”.
¿Logras comprender que declarar a Jesús el Cristo implica entrega y renuncia?
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