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Hechos 2:38-39 NTV
Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. Esta promesa es para ustedes, para sus hijos e incluso para los gentiles, es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.
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Hemos estado pensando juntos sobre el Espíritu Santo y lo que Él hace, y todavía nos quedan mucho por contar. Como dijo Pedro, el Espíritu Santo es el regalo que Jesús nos dio.
¿Qué mayor regalo existe que Dios viviendo en nosotros? En la medida que lo dejamos tomar el control, el Espíritu nos lleva a parecernos más y más a Jesús (Ro 8:29).
En otras palabras, nos convertimos en avisos publicitarios del amor de Dios, claros y accesibles para que todos lo puedan conocer a Él.
Pero el Espíritu hace algo más, nos permite conocer a Dios tal cual Él es.
Leyendo las historias que Lucas registró en Hechos, no podemos ignorar que la cualidad principal de Dios es el amor.
Es como si, a propósito, el autor quiere que saquemos una sola conclusión: Dios es amor, y ama a todos por igual. En medio de la gran narrativa del nacimiento de la Iglesia, hay decenas de historias de personas que a nosotros no nos parecerían importantes.
Pero a Dios sí le importaban, y Él se encargó de llegar a ellos. Todos ellos no eran relevantes para la cultura de su época, y la mayoría de ellos ni siquiera hubiera podido entrar al templo de Jerusalén para adorar a Dios.
Aquí hay una lección muy importante: nosotros podemos impedir que otros encuentren a Dios, pero Él mismo va a ir a buscarlos personalmente.
Es mejor estar en un lugar de mala fama con Dios, que estar en un templo donde Él ya no está.
Fue así que el Señor usó a los discípulos para llegar a personas tan variadas como un mendigo paralítico (Hch 3:7-8), un eunuco de África (Hch 8:27), una viuda (Hch 9:40-41), un soldado de un gobierno opresor (Hch 10:1-2), una jovencita esclava (Hch 16:16-18) y varios criminales (Hch 27:24), entre otros.
En cada historia vemos a Dios lleno de amor por las personas, moviendo cielo y tierra para llegar a cada uno de ellos y ayudarlos. Así de grande es el amor de nuestro Papá.
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