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Existe un principio fundamental que funciona: si siembro voy a cosechar. Este principio aplica a todas las áreas en nuestra vida.
Sin embargo, debemos comprender que no se trata de dar buscando activar una transacción con el cielo para recibir una bendición divina con la idea que podemos comprar las bendiciones de Dios.
El concepto es mucho más profundo. Debemos comprender en primer lugar, que cuando fluye la generosidad de nosotros hacia otras personas en la forma de tiempo, dinero o amor, llegamos a parecernos más Dios.
Recuerdo haber leído el relato de un soldado que en medio de un fuerte invierno durante la segunda guerra entró en una cafetería para tomar una bebida caliente junto con algunos de sus compañeros y observó que afuera observándolo a través del ventanal estaba de pie un niño con escasa ropa tiritando y pidiendo un poco de comida.
El soldado se conmovió lo invito a entrar y no solo compró para él algo de comer, sino que le dio su abrigo. El soldado salió del lugar junto con sus compañeros. Había recorrido unos metros cuando sintió que alguien halaba de su ropa. Se volvió para ver y encontró al niño allí de pie quien después de observarlo le hizo una pregunta: “Disculpe señor, ¿es usted Dios?” ¿Sabes?, creo que cuando somos generosos con la motivación correcta mostramos a Dios en nosotros y su carácter se desarrolla en nuestra vida.
Una segunda idea que quisiera que entendamos es que dado que Dios es un Dios infinitamente generoso él ha establecido un principio que impulsa el dar en esta tierra: “Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará.” (2 corintios 9:6 NVI).
Cuando se es genuinamente generoso, no se busca una recompensa pero aun así, ésta se recibe. Dios nos recompensa cuando damos con generosidad. Hay algo maravilloso que se desarrolla en nuestro corazón cuando somos generosos. Nuestro corazón se transforma y comienza a palpitar al ritmo del amor de Dios.
Es en ese contexto de la generosidad cuando el apóstol Pablo escribe, “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:19 NVI). Estoy convencido que Dios bendice al generoso sobre todo porque el generoso no da buscando recibir sino solo como resultado de un corazón agradecido con Dios. Por esa razón Dios puede concederle más con la certeza de que su corazón está en el lugar correcto.
Bendice a otros grandemente y serás bendecido grandemente. Ama a otros profundamente y otros te amaran profundamente. Dedica tu tiempo a otros y otros querrán pasar el suyo contigo. Da en abundancia y experimenta la verdadera abundancia que se da cuando nuestro corazón se acerca más al corazón de Dios.
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▪️ Mientras leías, ¿qué llamó tu atención? ¿Qué vino a tu mente?
▪️ Si no sucedió así, te animo a orar y leer nuevamente el texto.
Y Ahora: 🤔
▪️ ¿Cómo lo aplicas a tu vida?
▪️ Toma nota de lo que aprendes, registra tus pensamientos y oraciones
▪️ Comienza y termina ORANDO, Dios afirmará su propósito en tu vida
▪️ NO TE DESANIMES! Aprender de Dios es un proceso que durará toda la vida, te animo a que seas constante!
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También esta semana tenemos este pasaje para memorizar:
Proverbios 3:9-10
Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.
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