· La vida del Espíritu ·
· Una nueva familia ·
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Las primeras personas que escucharon el mensaje de la resurrección de Jesús no tenían idea en qué se habían metido.
Ellos tan solo respondieron a un llamado a arrepentirse de sus pecados, guiados por el Espíritu Santo.
Pero sin darse cuenta, fueron adoptados a una nueva familia. Al leer el libro de Hechos, es fácil ver el plan eterno de Dios en acción: Él es un Padre y siempre ha querido una familia.
Cuando nacemos de nuevo, nacemos como hijos rodeados de familiares que nos estaban esperando con alegría. Hoy en día vivimos en una cultura que exalta al individualismo y al éxito a toda costa. Gana quién llega primero y llega con más, sin importar a cuántos dejó en el camino.
Pero en la familia de Dios, la cultura es distinta: el amor incondicional es la característica principal de todos sus integrantes.
Quizás nunca antes habías visto a la Iglesia como una familia, o quizás tus experiencias siempre han sido positivas.
Pero cuando entendemos que la vida con Dios es también la vida con la familia de Dios, todo cambia. Así como sucede con alguien que quiere formar una familia, también nosotros debemos considerar un cambio muy grande en nuestras prioridades.
No se trata de ver quién llega primero al Cielo, sino de vivir cada día de nuestra nueva vida en Dios junto a todos aquellos a quienes Él nos unió.
No es común que una persona que deja este mundo se lamente de no haber ganado más dinero, o de no haber trabajado más duramente.
Siempre son nuestras relaciones y afectos lo que determinan la calidad de vida que hemos vivido. Y Dios lo sabe muy bien; por eso, en su plan eterno, Él se aseguró que caminemos en esta vida rodeado de amor y apoyo constante.
Escrito por: Andrea Almirón de Pauli
Oramos
Señor, gracias por ser mi Padre y gracias por adoptarme en tu familia.
Hoy creo que no estoy solo, sino que me rodeaste del amor de mis hermanos y hermanas.
Que cada día pueda yo también mostrarles mi amor a ellos.
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