· La vida del Espíritu ·
· Pequeñas semillas, grandes cosechas ·
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¡Qué bueno es leer los registros históricos y ver el resultado de lo que las personas de la antigüedad hicieron!
De hecho, siempre podemos sacar grandes consejos y lecciones al ver cómo otros vivieron sus vidas.
Pero, como meditábamos ayer, es difícil ver el impacto que una vida tendrá en el momento presente. No hay maneras de prever el efecto de una palabra o una acción.
Ya habíamos visto cómo Felipe había ido a una ciudad de Samaria y esa ciudad había sido transformada por el mensaje de Jesús y el poder del Espíritu Santo.
Pero el relato sigue, contándonos cómo Felipe es guiado por Dios a encontrarse en un camino con un oficial del gobierno de Etiopía, para llevarlo a él también a conocer a Jesús.
Esta pequeña historia en Lucas es interesante, no sólo por lo que dice, sino por lo que no cuenta.
Después de haberse encontrado de una forma tan extraña con un enviado del Señor, y después de haber creído en Jesús y ser bautizado, este etíope “siguió su camino con mucha alegría” (Hch 8:39 NTV).
Ahora bien, para enterarnos qué le sucedió, es necesario recurrir a la tradición cristiana, que nos enseña que el funcionario del gobierno volvió a su país predicando y anunciando a todos las buenas noticias de Jesús.
No solo fue el primer cristiano de todo el continente africano, sino que también fue el primer misionero “enviado” a otro país.
Y si estudiamos la historia del cristianismo en África, que en muchos países se adelantó por siglos a Europa, no podemos dejar de sorprendernos de la magnitud de esa simple conversación entre este hombre anónimo y Felipe.
¡Ojalá estuviéramos siempre así de atentos a la voz y las instrucciones de Dios!
De esa manera, podríamos ser herramientas útiles del Espíritu para sus planes y deseos.
Nunca desestimes ninguna oportunidad de hacer el bien y de hablar de Jesús.
No hay manera de predecir el resultado que tal acción tenga. En las manos de Dios, cualquier acción tiene el potencial de impactar a muchas generaciones.
Escrito por: Andrea Almirón de Pauli
Oramos
Señor, permíteme aprovechar al máximo cada día.
Que nunca menosprecie a nadie ni deje pasar oportunidades, sino que siempre esté listo para servir a otros y para hablar de ti.
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