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Mientras estuvieron en el desierto, los israelitas estaban continuamente expuestos al cambio.
En su caminar a la tierra prometida cuando la columna de nubes se detenía, armaban las carpas.
Pero al día siguiente, antes que saliese el sol, sonaba la trompeta, el arca se ponía en movimiento, en ese momento la ardiente columna de nube marcaba el camino.
Los llevaba a través de los estrechos desfiladeros de las montañas, y a lo largo del árido y desolado desierto.
En cuanto descansaban un poco, oían la voz de “¡Afuera, éste no es su reposo; tienen que ir más adelante continúen a Canaán!”
Nunca permanecían mucho tiempo en un lugar.
Ni pozos ni palmeras podían detenerlos.
Pero, a pesar de esto tenían en Dios un hogar permanente.
El techo de ese hogar era la columna de nube y su luz la columna de fuego.
Tenían que marchar de lugar en lugar, cambiando continuamente, sin tener nunca tiempo para establecerse y decir: “Ahora estamos seguros; nos quedaremos acá”.
Como dice Moisés: “Sin embargo tú, Señor, eres nuestro refugio de generación en generación”.
Con relación a Dios, el cristiano no conoce ningún cambio.
Puede ser rico hoy y pobre mañana.
Puede estar un día bien y otro día mal.
Puede gozar hoy de prosperidad y estar mañana muy ajustado.
Pero con relación a Dios, no experimenta ningún cambio.
Si ayer me amó, hoy también me ama.
Mi castillo fuerte de descanso es nuestro bendito Señor.
Que desaparezcan mis buenas perspectivas, que se esfumen mis esperanzas, que termine mi gozo, que el fuego destruya todo; así y todo yo no he perdido nada de lo que tengo en Dios.
El es “mi fuerte habitación en la que puedo descansar continuamente”.
Yo soy un peregrino en este mundo, pero en el cielo que es mi hogar, está mi Dios.
En la tierra soy un viajero, pero en Dios habito como en tranquila habitación.
Escrito por: Charles Spurgeon
(Adaptado)
Ahora que terminaste de leer o escuchar, te recomendamos que tomes un tiempo para pensar y orar.
Si es necesario, volvelo a escuchar o leer.
Dios te bendiga grandemente.
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