Día 22: Creado para ser como Cristo
“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos.”
Romanos 8:29 NBLA
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Desde el principio, el propósito de Dios para nosotros es claro: fuimos creados a la imagen de Dios, para reflejar su carácter y santidad.
Esta debe ser nuestra meta en la vida.
Al ser hechos a imagen de Dios, tenemos la capacidad espiritual, moral e intelectual para relacionarnos con Él y con los demás de manera única, a diferencia de toda la creación.
En Colosenses 1:15, se nos recuerda que Cristo es la imagen del Dios invisible, y es en Él donde vemos la expresión perfecta de esa imagen que Dios desea formar en nosotros.
En Cristo podemos llegar a ser santos y justos, como Dios, viviendo una vida que refleje Su carácter.
No obstante, aunque fuimos creados a Su imagen, el pecado dañó esa semejanza, y nos aparto de Dios eternamente.
El pecado distorsionó lo que Dios había diseñado para ser perfecto.
Por eso, Dios envió a Jesucristo para restaurar en nosotros lo que se había perdido.
Para que creyendo en Él, podamos ser perdonados, y ser salvos de esa separación eterna, y evitar el justo castigo por nuestros pecados.
Jesús es la imagen perfecta de Dios (Hebreos 1:3), y al observar Su vida y carácter, entendemos lo que significa ser verdaderamente humanos según el propósito original de Dios.
Somos llamados a parecernos a Cristo, no a convertirnos en dioses, como lo enseña el mundo en su orgullo y deseo de autonomía, sino a ser piadosos, tomando el carácter, valores y actitudes de Cristo.
Dios no está interesado en que te conviertas en alguien complaciente o cómodo; Él está más interesado en formar en ti el carácter de Su Hijo.
Ser como Cristo no significa perder nuestra individualidad, sino que nuestras vidas sean transformadas a la semejanza de Jesús.
En Gálatas 5:22-23, el apóstol Pablo describe este carácter como el fruto del Espíritu, que se manifiesta en amor, gozo, paz, paciencia, bondad y dominio propio.
Dios utiliza la Palabra, su Espíritu y nuestras circunstancias para forjar este carácter en nosotros.
Este proceso de transformación, que la Biblia llama santificación, es un trabajo continuo del Espíritu Santo en nuestras vidas (2 Corintios 3:18).
No podemos producir el carácter de Cristo por nuestras propias fuerzas; es solo por la obra del Espíritu Santo que somos transformados.
Nuestra parte es cooperar con el Espíritu, sometiéndonos a Su dirección, permitiendo que cambie nuestra manera de pensar (Romanos 12:2).
Cuando obedecemos a Dios, aunque nos sintamos débiles o inseguros, Su poder se manifiesta en nuestra vida, liberándonos y transformándonos más a Su imagen.
Ahora que terminaste, algo para pensar:
¿Puedes tomarte unos minutos para reflexionar sobre los cambios que has experimentado en tu vida recientemente y preguntarte?:
¿Estos cambios me están moldeando a la imagen de Cristo?
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