Día 28: Requiere tiempo
"Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva."
Filipenses 1:6 NBLA
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El proceso de madurar en Cristo es uno que no se puede apresurar.
Así como el fruto físico toma tiempo para crecer y alcanzar su madurez, el fruto del Espíritu también requiere tiempo para formarse en nuestras vidas.
Dios no está en apuros, y Su enfoque no es cuán rápido crecemos, sino cuán profundamente arraigamos nuestro carácter en Él.
De la misma manera que algo crece y se desarrolla plenamente a medida que pasa el tiempo, nuestra vida espiritual se desarrolla cuando nos sometemos a Dios y Su obra continua en nosotros.
"Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada." (Filipenses 2:13, NTV).
Cuando recibimos a Cristo, Dios establece un punto inicial de liberación en nuestras vidas.
Al principio, podemos pensar que hemos entregado todo a Él, pero con el tiempo nos damos cuenta de que todavía hay áreas de nuestra vida que necesitan ser rendidas y transformadas.
Jesús nos llama a rendirnos completamente. "El que comenzó la buena obra la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús" (Filipenses 1:6, NBLA).
Esta promesa asegura que, aunque haya batallas y desafíos, el resultado final de nuestra transformación nunca está en duda.
El discipulado es un proceso continuo de ser conformados a la imagen de Cristo.
La Biblia nos enseña que llegaremos a la "plenitud de Cristo" (Efesios 4:13, NBLA), pero este viaje durará toda nuestra vida.
Dios nos llama a caminar pacientemente con Él, confiando en Su plan y Su tiempo.
Nuestro crecimiento espiritual es gradual, y como el apóstol Pablo dijo: “estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria.” (2 Corintios 3:18).
¿Por qué el crecimiento toma tanto tiempo?
Porque hay cosas profundas que debemos desaprender, y nuevas verdades que necesitamos aprender y aplicar.
Los hábitos pecaminosos, los miedos y las inseguridades no se eliminan de la noche a la mañana.
Dios nos enseña con paciencia, paso a paso, quitando lo viejo y estableciendo lo nuevo.
"desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño…" (Efesios 4:22-24, NTV).
Dios está más interesado en nuestra transformación duradera que en soluciones rápidas.
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