Día 23: Cómo Crecemos
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El deseo de Dios para nosotros sus hijos es claro: que maduremos y desarrollemos el carácter de Cristo.
Jesús nos llama a ser sus discípulos, y ese camino comienza con una decisión, como cuando Él llamó a sus primeros seguidores, y ellos, sin entender aún todo el alcance de su decisión, lo siguieron en obediencia.
Tenemos que venir a Dios arrepentidos, llenos de fe en Jesús, para que por la voluntad de Dios, seamos hechos su hijos.
Siendo sus hijos, podemos seguir el discipulado, que no es solo aprender más acerca de Cristo, sino también comprometerse a ser transformados por Él.
No es una opción envejecer físicamente y permanecen en una infancia espiritual perpetua, sin llegar a la madurez a la que Dios nos llama.
Este crecimiento no sucede automáticamente; se necesita que Su Espíritu obre en nosotros de distintas formas, y un compromiso intencional de nuestra parte.
Aquellos que se comprometen a metas vacías o sólo en relación a este mundo terminan en la frustración, mientras que los que siguen el propósito de Dios, aunque a veces encuentran dificultades, caminan hacia una vida llena de significado eterno.
La Biblia nos recuerda que nuestras decisiones tienen consecuencias eternas: "Dado que todo lo que nos rodea será destruido de esta manera, ¡cómo no llevar una vida santa y vivir en obediencia a Dios" (2 Pedro 3:11, NTV).
Por eso, es vital que tomemos decisiones sabias en cuanto a nuestro crecimiento espiritual, buscando reflejar a Cristo en todas nuestras acciones.
El Espíritu obra en nosotros para capacitarnos a tomar decisiones intencionales que nos conformen a la imagen de Cristo.
La Escritura dice: "Esfuércense por demostrar los resultados de su salvación obedeciendo a Dios con profunda reverencia y temor. Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada." (Filipenses 2:12-13, NTV).
Aunque la salvación es un regalo de Dios que no podemos ganar ni merecer, el crecimiento espiritual requiere nuestra participación activa, tomando decisiones y confiando en el Espíritu para llevar a cabo esos cambios.
El primer paso hacia el crecimiento espiritual es cambiar nuestra manera de pensar.
La Palabra de Dios nos exhorta: "No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta." (Romanos 12:2, NTV).
Al cambiar nuestra mentalidad y adoptar la perspectiva de Cristo, comenzamos a vivir de manera diferente.
Pensar como Cristo significa dejar de lado los pensamientos egoístas y centrarnos en los demás, tal como lo hizo Jesús.
La verdadera madurez espiritual no se mide solo por cuánto sabemos de la Biblia, sino por cuánto nuestras vidas reflejan el carácter de Cristo en amor y servicio hacia los demás.
El crecimiento espiritual, entonces, es un proceso continuo de transformación que ocurre cuando dependemos del Espíritu Santo y permitimos que cambie nuestra forma de pensar y vivir.
Mientras avanzamos en esta jornada, recordemos que no estamos solos; Dios nos ha dado Su Espíritu para guiarnos y ayudarnos a crecer.
Ahora que terminaste, algo para pensar:
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