Efesios 3:19 NTV
"Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios."
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Cuanto más crecemos en el conocimiento del amor de Cristo, más disfrutamos de la plenitud de Dios.
En el cielo conoceremos plenamente lo que ahora solamente conocemos en parte (1 Corintios 13:12).
Aunque el amor de Cristo sobrepasa nuestro presente conocimiento, podemos conocer lo suficiente como para alimentarnos en esta vida y saciar nuestro apetito por más en la vida venidera.
Tenemos suficiente para guiarnos a través de nuestro caminar sobre la tierra, y abundancia reservada para nosotros en el cielo.
El amor de Cristo tiene profundidades en las que puede sumergirse el alma que se atreve a ello, y abundantes aguas menos profundas para que las atreviesen los humildes.
Aunque nuestro conocimiento del amor de Cristo es imperfecto, podemos conocer lo suficiente como para avergonzarnos de no amarle más.
Su amor le movió a sufrir las cosas más horribles por nosotros.
Conforme reflexionamos sobre ello, produce vergüenza que hayamos sido tan débiles en el sufrir por su nombre.
El argumento que encontramos en 1 Juan 3:16 es muy fuerte: Si Cristo entregó su vida por nosotros, nosotros hemos de entregar nuestras vidas por los hermanos.
Pero ¡qué débil efecto tiene sobre nosotros!
El amor de Cristo fue vencedor y triunfante.
Soportó todo lo que se puso en su camino.
Se enfrentó al desagrado de Dios, a la malicia de los demonios, a la furia de hombres sin razón, y a la crueldad de sus amigos.
Quebrantó todo el desánimo y pisoteó toda oposición.
Las muchas aguas no pudieron apagar el amor, ni lo ahogaron los ríos.
Sabemos tanto, y nos sonrojamos de que nuestro amor por Cristo se apague tan fácilmente, y que tan fácilmente nos desanimemos y descorazonemos.
Aunque no podemos lograr la plenitud de esta fuente de amor, podemos llenar la vasija plenamente en la fuente.
Oremos para conocer más del amor de Cristo, y poder ser llenos con la plenitud de Dios.
Algunas preguntas para pensar tranquilos:
- ¿Qué verdad aprendiste hoy?
- ¿Cómo vas a orar ahora?
- ¿Qué va a modificar en tu vida lo aprendido?
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