Efesios 4:1-2 NBLA
Yo, pues, prisionero del Señor, les ruego que ustedes vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados. Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor,
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La impaciencia surge de una falta de fe, porque la fe nos da una idea y conocimiento correcto sobre Dios.
La fe es una gracia inteligente, ya que cree que la sabiduría de Dios controla todos los ingredientes, y que su amor los endulza.
Esto obra paciencia “La copa que el Padre me ha dado ¿no la he de beber?” (Juan 18:11).
La impaciencia es hija de la infidelidad.
Si un paciente tiene mala opinión del médico y cree que este viene a envenenarle, no tomará ninguna de sus recetas.
Cuando tenemos prejuicios contra Dios, y creemos que este viene a matarnos y a deshacernos, entonces estallamos y gritamos como unos necios diciendo “¡fuera con ese remedio!” aunque este sea para curarnos.
¿No es mejor que el remedio arda un poco, en lugar de que la herida se infecte y duela?
La impaciencia es por falta de amor a Dios.
Si le amamos soportaremos su reprensión no solo con paciencia, sino con agradecimiento “el amor no guarda rencor” (1 Corintios 13:5).
El amor asigna el brillo más puro y cándido sobre las acciones de un amigo, “el amor cubre las faltas”.
Si fuese posible para Dios equivocarse en lo más mínimo, lo cual es una blasfemia pensar, el amor cubriría esa falta.
El amor se toma todo en el mejor sentido, nos hace soportar cualquier golpe “todo lo soporta” (1 Corintios 13:7).
Si tuviésemos amor a Dios, tendríamos paciencia.
La impaciencia es por falta de humildad.
Un hombre impaciente nunca se humilla bajo la carga del pecado.
Pero el que estudia sus muchos pecados, lo retorcidos que son y lo tristemente acentuado de los mismos, es paciente y dice “La ira del Señor voy a soportar, porque pequé contra él” (Miqueas 7:9).
¡Cuán grande el pecado de la impaciencia!
Y cómo es de excelente el contentamiento, que se contrapone a este pecado.
El cristiano contento, que cree que Dios lo hace todo en amor, es paciente y no tiene ni una palabra que decir, a menos que sea para justificar a Dios.
Algunas preguntas para pensar tranquilos:
- ¿Qué verdad aprendiste hoy?
- ¿Cómo vas a orar ahora?
- ¿Qué va a modificar en tu vida lo aprendido?
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