Podes escuchar el devocional:
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Marcos 8:22-26
Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
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La curación del sordo y tartamudo de Marcos
7.31-37 y la que se narra en el pasaje de hoy son los
únicos dos milagros que son exclusivos del evangelio
según Marcos, que no presentan pasajes paralelos en
los otros evangelios.
Ambos tienen algunos elementos en común, como el tratamiento personalizado del
enfermo (“le sacó fuera de la aldea”, 8.23) o el uso de
saliva en la curación (“escupiendo en sus ojos”, 8.23).
En este caso, algo que llama la atención del texto es
el milagro “por etapas”. En Betsaida le llevan un ciego a Jesús para que pusiera sus manos sobre él. Luego
de llevarle aparte y escupir en sus ojos (recordemos la
creencia popular de la época de las propiedades curativas de la saliva), como lectores esperamos el milagro…
que no llega.
El ciego habla de una mejora, pero todavía la sanidad no es completa. Llama la atención del texto la característica de proceso que tiene este milagro.
Muchas
veces, los milagros que Dios hace en nuestras vidas
son parte de procesos que Él realiza en nosotros más
que eventos repentinos, y no por eso tienen una menor
categoría de milagro.
Sigue siendo Dios obrando en
nosotros, pero de manera gradual y procesual.
Por otro lado, cada vez que en la Biblia se mencionan a “ciegos que ven”, debemos pensar en algo más
que un mero “milagro oftalmológico”.
La curación en
etapas de este ciego es símbolo de lo que Jesús venía
haciendo en sus discípulos: sus ojos iban siendo abiertos de a poco, para poder ver con claridad quién era
Jesús.
Necesitamos que Jesús siga abriendo nuestros ojos
espirituales para poder verlo claramente y discernir su
presencia a cada paso de nuestra vida. Un discípulo es
aquel cuyos ojos fueron abiertos por Jesús.
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Oramos:
Señor, te ruego que
pueda verte aún en
los procesos que llevas
adelante en mi vida. Que
tenga la sensibilidad
espiritual para ver lo que
estás haciendo en mí y
alrededor de mí.
• EL REFUGIO VLA •
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