· TÚ lo has dicho ·
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Las promesas de Dios nunca fueron destinadas a ser puestas de lado como papel viejo.
Dios determinó que ellas fuesen usadas.
El oro de Dios no es la moneda del tacaño, sino, es moneda de oro hecha para negociar.
Nada le gusta más al Señor que ver sus promesas puestas en circulación.
Él se alegra y disfruta cuando ve que sus hijos le presentan las promesas y le dicen: "Haz conforme a lo que has dicho".
Glorificamos a Dios cuando le solicitamos el cumplimiento de sus promesas.
¿Piensas que Dios quedará más pobre por darte las riquezas que prometió?
¿Que será menos santo por darte santidad, o menos puro por lavarte de tus pecados?
La fe, al tomar la promesa de perdón, no se entretiene diciendo:
"Es ésta una hermosa promesa; quisiera saber si es verdadera", sino que va directamente al trono y la presenta diciendo:
"Señor, aquí está la promesa, haz conforme a lo que has dicho".
Nuestro Señor contesta: "Sea hecho contigo como quieres".
Cuando un cristiano encuentra una promesa, si no la lleva a Dios, lo deshonra; pero cuando se apura a ir al trono de la gracia, y ora con fuerza:
"Señor, no tengo nada que haga que pueda pedir, excepto esto: "Tú lo has dicho", entonces lo que desee le será dado.
A nuestro banquero celestial le gusta pagar sus propios pagarés.
Nunca permitas que la promesa se olvide y descuide.
Desenfunda la palabra de promesa y úsala con santa violencia.
No pienses que el Señor se molestara porque le recuerdes mucho o intensamente sus promesas.
A él le gusta mucho oír los fuertes gritos de las almas necesitadas. El disfruta otorgar bendiciones.
Dios está más pronto a oír que tú a pedir.
El sol no se cansa de alumbrar ni la fuente de dar agua.
Es característica de Dios mantener sus promesas.
Por lo tanto, ve en seguida a Dios orando y dile:
"Haz conforme a lo que has dicho".
Escrito por: Charles Spurgeon
(Adaptado)
Ahora que terminaste de leer o escuchar, te recomendamos que tomes un tiempo para pensar y orar.
Si es necesario, volvelo a escuchar o leer.
Dios te bendiga grandemente.
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