· Deudores a Dios ·
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Como criaturas de Dios todos somos deudores.
Debemos obedecerlo con todo nuestro cuerpo, con toda nuestra alma y con toda nuestra fuerza.
Pero por haber quebrantado sus mandamientos, somos deudores a su justicia y le debemos una suma tan enorme que nos es totalmente imposible pagarla.
Pero del cristiano se puede decir que no debe nada a la justicia de Dios, porque Cristo pagó la deuda de los suyos.
Por esta razón el creyente debe amar más.
Soy deudor a la gracia de Dios, pero no a su justicia, pues él nunca me acusará de una deuda que ya ha sido pagada.
Cristo dijo: "Consumado es", y con esto quiso decir que todo lo que su pueblo debía, fue cancelado para siempre del libro del recuerdo.
Cristo ha satisfecho enteramente la justicia divina; la cuenta quedó saldada, el listado de deudas fue clavado en la cruz.
El recibo fue entregado y nosotros no somos más deudores a la justicia de Dios.
Pero por el mismo hecho de que no somos deudores de nuestro Dios en ese sentido, hemos llegado a constituirnos en diez veces más deudores de él de lo que lo hubiéramos sido de otra manera.
Cristiano, detente y piensa con atención por un momento cuán deudor eres a la soberanía divina, cuánto debes a su desinteresado amor, pues él dio a su propio Hijo para que muriese por ti.
Considera cuánto debes a su gracia perdonadora que, aun después de diez mil ofensas y desobediencias, te ama tan infinitamente como siempre.
Considera lo que debes a su poder, cómo te levantó de la muerte del pecado, cómo te ha guardado de caer, cómo ha preservado tu vida espiritual y cómo aunque diez mil enemigos cercaron tu camino te hizo capaz de andar por él sin tropiezos.
Observa y piensa todo lo que debes a su constancia y paciencia contigo.
Aunque tú has cambiado diez mil veces, él no ha cambiado ni una vez.
Estás muy endeudado con los atributos de Dios.
Tú mismo te debes a Dios y le debes todo lo que tienes; ríndete como un sacrificio vivo, pues éste es tu racional culto.
Escrito por: Charles Spurgeon
(Adaptado)
Ahora que terminaste de leer o escuchar, te recomendamos que tomes un tiempo para pensar y orar.
Si es necesario, volvelo a escuchar o leer.
Dios te bendiga grandemente.
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