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Aquí tenemos una confesión de pecado que todos los elegidos de Dios hacen.
Ellos han caído y, por lo tanto, dicen todos juntos desde el primero que entró en el cielo hasta el último que entrará allá: “Todos nosotros nos desviamos como ovejas”.
La confesión, en la que todos estamos de acuerdo, es también especial y de cada uno: “cada cual se apartó por su camino”.
Hay una tendencia al pecado única en cada uno de nosotros.
Todos somos pecadores, pero cada uno con una intensidad y forma no encontrada en el otro.
Esta es la señal del arrepentimiento verdadero: que mientras este esta en igualdad con todos los otros que reconocen su pecado, también reconoce su condición única.
“Cada cual se apartó por su camino” es una confesión de que cada hombre ha pecado contra algo particular o ha pecado con un gravedad que él no pudo ver en otros.
Esta confesión es sin guardarse nada de nada.
No hay una sola palabra que disminuya su gravedad, ni una sílaba a modo de excusa.
La confesión es una renuncia a toda intensión de justicia propia.
Es la declaración de hombres que saben que son culpables, culpables con circunstancias que empeoran la situación, culpables sin excusas.
Ellos están con sus armas rotas en pedazos y reconocen con fuerza y sinceridad:
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”.
Sin embargo, no oímos dolorosos lamentos acompañando a esta confesión de pecados.
Vemos lo contrario, la próxima parte del texto es casi un canto: “el Señor hizo que cayera sobre Él La maldad de todos nosotros”.
Esta es la parte más dolorosa, pero esta llena de animo para nosotros.
Es extraña esta cosa: que donde estaba concentrada la miseria reinó la misericordia.
Cuando el dolor llego al máximo, las almas ya rendidas hallaron descanso.
El Salvador herido es la medicina de los corazones rotos, desgarrados.
Presta atención a cómo el más profundo arrepentimiento abre la puerta a una confianza segura, solo con mirar a Cristo en la cruz.
Escrito por: Charles Spurgeon
(Adaptado)
Ahora que terminaste de leer o escuchar, te recomendamos que tomes un tiempo para pensar y orar.
Si es necesario, volvelo a escuchar o leer.
Dios te bendiga grandemente.
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